jueves, 14 de diciembre de 2017

Y llegó la Navidad



Es Navidad. Voy a mi armario y busco el disfraz de felicidad que se supone que me tengo que poner estos días. No lo encuentro. Como tampoco encuentro mi espíritu consumista. Por desgracia, no estoy en el grupo de los prosaicos, pero tampoco me siento integrada en la secta de los místicos. De ahí que, mi inadaptación, aumente exponencialmente. No me gustan los espacios cerrados donde, el público en general, se “empana” buscando regalos y te empuja, te atropella e invade tu espacio. No me gustan los espacios abiertos donde la gente se “empana” mirando la decoración navideña de las calles y te empuja, te atropella e invade tu espacio.
Visito a mi familia muy a menudo, así que, no me hace especial ilusión verme obligada a quedar para cenar. Estoy cansada a esas horas, solo quiero quedarme en casa y descansar.
Para mí no es plato de gusto ponerme el uniforme de “vestirse para salir”. Hace siglos que no voy a bailar y, espero, no volver a hacerlo. No me gustaba ni cuando era adolescente.
Odio pasar una tarde entera poniendo adornos, con la peor gracia del mundo, para tener que quitarlos una semana después
No me gustan las miles de variedades distintas de dulces que se venden especialmente para estas fechas. Y, normalmente, bebo más de la cuenta para conseguir superar el aburrimiento.
Extraño a mis padres de una manera dolorosa todo el año. Pero la gente me hace añorarlos más todavía, recordándome todo el tiempo, lo que disfrutaban en esta época. Así que, paso directa del aburrimiento a la melancolía.
Me parece absurdo gastar una pasta en menús con precios abusivos porque son de Navidad o de Reyes, cuando la calidad deja mucho que desear. Te ponen lo mismo en febrero y te cuesta 10 euros. Y encima, estas en un salón enorme, lleno de gente que grita hasta que las cuerdas vocales no les dan para más mientras ejércitos de niños mal educados, saltan, corren o lloran a tu alrededor.
Para mi, el hecho de pensar que regalos voy a comprar, se me hace tan difícil como proyectar el próximo transbordador espacial. Estoy deseando que mis sobrinos sean mayores para darles el dinero y que compren lo que quieran.
Y habrá quien se pregunte, ¿esta mujer le ve algo de bueno a las pascuas?. Pues, mira tú por donde, sí. ¡¡¡LAS VACACIONES!!!.
¡Juro por lo más sagrado que si alguien me dice que no puedo disfrutar de la otra mitad de los días de descanso que me corresponden, me pongo a llorar como un bebé!.
En fin que, si por mi fuera, me metería en casa desde la Nochebuena hasta después de Reyes.
De todas maneras, queridos lectores, como mi madre me dio una buena educación, os deseo a todos una... ¡FELICES FIESTAS!


jueves, 16 de noviembre de 2017

Día Mundial del Niño

Unicef nos pregunta hoy, Día Mundial del Niño, si nos atrevemos a darles el control.
Yo le daría el control de mi vida a un niño para que me devolviera, la inocencia, la ilusión, la vitalidad, la alegría, el amor a la vida, la fuerza para seguir adelante a pesar de todo, la sonrisa permanente en los labios, el asombro, el instinto de supervivencia...
Para que se llevará de ella el pesimismo, la desconfianza, la tristeza, la competitividad, el odio, la envidia, el interés, la prepotencia, la crueldad...
¡LA SOLEDAD!.
Haría, hoy, un gran corro donde yo estuviese cogida de la mano con los que sufren por las guerras, la desnutrición, el maltrato, el abuso, el matrimonio impuesto, la ablación, la trata... Y que todo el amor que inunda mi corazón y que sufre por ellos, se convirtiera, de repente, en una gran carpa que les tapara y les protegiera.
Porque, yo pondría mi vida en las manos de un niño y sé que sería el lugar más seguro del mundo.

Yemen, Siria, República Democrática del Congo...

Polio, Desnutrición, Malaria, Sida...

FUTURO 




miércoles, 18 de octubre de 2017

Reseña: "Indomable"

Siempre me rindo ante la erudición de Antonio Orozco. Ante su extraordinario conocimiento de nuestra historia y su capacidad para explicarla de manera asequible, para que llegue a todo tipo de lectores, dándonos una imagen global de los acontecimientos pero, a la vez, haciendo un análisis exhaustivo de los personajes, que nos hace reconocerlos y reconocernos a la vez en ellos.
Pero, en esta novela, Antonio a ido más allá.
En una especie de visión paralela entre el pasado y el presente, se nos demuestra de manera clara y meridiana como España es un pueblo maldecido por la inevitable repetición constante de su historia. Estamos abocados sin poder evitarlo, a cometer los mismos errores una vez tras otras como si nos hubiéramos resignado a no avanzar nunca. Como si estuviéramos atrapados en un bucle, igual que el protagonista del film "El día de la marmota".
Fermín Salvochea 
"Indomable" es Fermín Salvochea, militar con convicciones republicanas federales. Toma parte en el alzamiento contra la reina Isabel II en 1868 (llamada Revolución de Septiembre) que supuso un intento de implantar, por primera vez, un régimen democrático en España.
Pero, como Antonio nos enseña en esta novela, fueron demasiadas corrientes políticas de idearios demasiado alejados entre si, las que se unieron contra un enemigo común. Evidentemente esto provocó que, una vez conseguido su objetivo, cada cual "arrimara el ascua a su sardina".
El sentimiento de desencanto y traición lleva a Salvochea a rebelarse contra el gobierno seudo democrático protagonizando el levantamiento republicano de la Sierra de Cádiz.
La novela, nos lleva de la mano a través de la línea de pensamiento de Salvochea y avanzamos con el hacía el radicalismo que le hace buscar un ideario coincidente con sus convicciones y convertirse al anarquismo.
Nos muestra como una persona puede ser completamente fiel y coherente consigo mismo.
Antonio me da una lección de historia, de vida y de honradez pero, en esta novela en concreto, y a tenor de los acontecimientos que estamos viviendo, me hace ver que seguimos desarrollando los mismos roles de antaño.
Gracias como siempre Señor Orozco, por hacerme un poco más culta y por enseñarme a analizar mejor los hechos de los que soy espectadora.


martes, 10 de octubre de 2017

La luz de mi camino

La vida es un camino sinuoso, por momentos completamente cerrado por ramas y matojos con los que tienes que luchar hasta la extenuación para poder avanzar tres pasos.
Hay veces que te regala una bóveda verde de árboles muy altos y una alfombra suave y húmeda para descansar los pies.
Pero gran parte del tiempo, caminamos por ese bosque tupido a oscuras, completamente a ciegas. Las zarzas te van dejando cicatrices profundas que duelen aunque haga tiempo que se han curado.
Hay personas que nunca consiguen llegar a un claro y se quedan en un lado del camino, ignorados por el resto de caminantes.
En cambio hay otros que, por suerte o habilidad, consiguen llegar al valle y hacen el resto del viaje iluminados por la luz del sol y reconocidos por sus semejantes. Algunos, incluso, se convierten en guías de otros peregrinos.
Pero, seamos unos u otros, a veces, ese sendero tan complicado que es la vida, te da una concesión en tu lucha constante y permite que un rayo de sol se cuele entre el follaje, te ilumine la cara y te acompañe el resto del viaje calentando tus pobres huesos cansados.
Eso le ha pasado a esta pobre maratonista. De repente, cuando más cansada estaba, cuando pensaba que había elegido el camino más difícil y que nunca podría ver el sol, sentí un calor en la cara que me costó reconocer porque nunca antes me había pasado. Me asuste al principio convencida de que estaba enferma. No podía creer que el espíritu del bosque me hubiera elegido para hacerme un regalo semejante, luz y calor en la parte más intrincada de la arboleda. ¡Pero sí, así era. Yo había sido la escogida!.
Capturé ese hecho extraordinario y lo encerré en mi corazón por si algún día desaparecía, porque, si te sientes tocada por un milagro como ese, te vuelves el más desgraciado de los mortales si algún día te abandona.
Afortunadamente me sigue acompañando y, cada día, su luz y su calor son más fuertes, de tal manera, que cuando me pueden las ganas de sentarme en una piedra y abandonar, solo tengo que buscar su reflejo entre las ramas o dentro de mi corazón, para que me inunden unas fuerzas que creía que ya no tenía.
Y ese milagro tiene nombre, dos caras preciosas y unas personalidades extraordinarias y por descubrir.
Se llaman Sergio y Alex, son mis sobrinos y le estaré eternamente agradecida a mi hermana por haberlos puesto en mi vida.
¡Os amo chicos!

domingo, 8 de octubre de 2017

Profesión o vocación

Cuando se habla de vocación en una profesión a todos nos viene a la cabeza los mismos nombres, policía, médico, bombero, sacerdote...
Pero puedo asegurar que algunos de estos profesionales son mucho menos vocacionales que otros que quizá no lo parezcan. He sufrido médicos de familia que estarían mejor y serían más felices haciendo cualquier otra cosa.
Por eso se que resulta raro que yo diga que mi profesión, a parte de un trabajo, es una vocación.
Soy analista químico y con 12 años ya había decidido que lo sería. Solo soy FPII (Grado Superior como se llama ahora) pero, tanto mis colegas de titulación como los Licenciados que he conocido padeciamos todos el mismo amor por esta especialidad.
Pero yo tengo una ventaja sobre los titulados universitarios y es que, mientras ellos están sentados en un despacho, yo permanezco en primera línea y por tanto, un laboratorio y todos las actividades que realizamos en él, son mi medio natural.
Y puedo asegurar que, por muchas veces que haya sido artífice o testigo de algunos de los procesos que puedo llegar a desarrollar, me siguen sorprendiendo y entusiasmando como el primer día. Porque, a pesar de saber la reacción química que se está produciendo en ese momento no deja de ser... ¡Magia para la vista!.
He tenido una vida profesional singular, que quizá me de para otro post ya que, muchas veces, cuando hago un repaso a mis casi 30 años de vida laboral, me doy cuenta de que, en muchos aspectos, soy una pionera. He desarrollado actividades en algunas Compañías que significaba ser la primera mujer en ese puesto desde su fundación.
Parece difícil una especialización porque, laboratorios hay en todas las empresas químicas, pero, curiosamente, yo me he especializado.
Por esas cosas del destino empecé trabajando en una fábrica de pigmentos inorgánicos para pinturas. Permanecí en ella 17 años y después de diferentes vicisitudes laborales que duraron 5 años, pasé a controlar pinturas en polvo.
En la actualidad y desde hace casi 6 años estoy en una empresa que fabrica colorantes para la ropa.
Por tanto, el color es mi elemento. Y puedo asegurar que es el sector más creativo y divertido de esta profesión.
Prendas de la marca Patagonia realizada con colorantes donde yo he tenido algo que ver.
Pero, aunque pueda parecer que mi ojo está educado para ver muchos colores, en realidad mis colegas y yo, lo que antes se denominaba "Coloristas", nos movemos en unos márgenes muy reducidos. Nuestro mundo de color se reduce al abanico que va del rojo al verde y del azul al amarillo porque, realmente, los colores sean los que sean, se mueven en este estrecho margen. 
Parecerá algo surrealista y por momentos complicado pero, yo no miro colores, miro matices.
Podría estar horas hablando sobre esto, una cosa extraña que se llama colorimetría y que utiliza una herramienta que lleva por nombre espectrfotómetro, pero creo que ha quedado claro que amo mi profesión y que, espero, convencer a alguno de mis dos sobrinos para que siga mis pasos y haga lo que yo no pude... ¡La carrera universitaria! Y ya de camino, hacer realidad mi otro sueño... ¡Dedicarse a la investigación! 
Espectrfotómetro 




Sensaciones y pensamientos sueltos

Tengo la costumbre de escribir textos cortitos que, como no dan para un post del Blog, los comparto en Twitter y Facebook. De repente pensé que tengo lectores que sólo acceden aquí y no están o no me siguen en las redes, así que, decidí dejar una muestra por si a alguien le interesa. Espero que gusten.
Mamá

 Papá
Trabajo 
Educación 

lunes, 2 de octubre de 2017

Llegó la noche

Hace un tiempo que no me apetece escribir, los acontecimientos de los últimos días me han superado. Me mantienen en un estado de alerta. Tengo una mezcla de sentimientos que van de la indignación a la tristeza pasando por el miedo y la intranquilidad. Una vez más, la vida me ha atropellado como un mercancías a toda máquina.
La incomprensión por la actitud violenta y cruel del ser humano contra el ser humano nunca me abandona pero, a veces, consigue matar una parte de mi alma. Y lo triste es que esta pobre alma es atacada con intención de asesinar a cada minuto.
Ver constantemente el sufrimiento, el miedo, la desesperación en la cara de niños, adolescentes, ancianos me duele como una herida abierta que no se cura nunca.
De repente me he quedado seca, seca de ideas, de entusiasmo.
Me hago mayor y, cada vez con más frecuencia, miro a mi alrededor y veo un entorno hostil. Cada día me siento más débil, más indefensa, como si mi fuerza para luchar, se fuera agotando como la batería del móvil. Mis defensas se han derrumbado y me he quedado desnuda frente al mundo.
A veces estoy muy cansada y mi incomprensión ante la incomprensión de los demás se profundiza.
Quizá mi paso se ha vuelto lento comparado con la carrera del mundo. Quizá estoy perdiendo mi capacidad para adaptarme.
Solo se que, con frecuencia la gente se convierte en una gran masa amenazadora y yo, que antes tenía el coraje de enfrentarme a lo que fuera, ahora me dejo vencer por el temblor de mi cuerpo, por un terror irracional a que esa masa sin alma, sin conciencia, acabe devorandome.
Los episodios de violencia vividos ayer en mi ciudad han agudizado todos esos sentimientos que llevan ya tiempo desarrollándose, lenta pero inexorablemente en mi interior.
Hoy me he despertado con una sensación de estupor, inseguridad, pena y miedo por el futuro que no consigo controlar, que no consigo dominar.
Solo soy una mujer sola de 53 años que lleva luchando 53 años y que empieza ha estar agotada.
Pido y deseo la comprensión del mundo y, sobre todo la de mi entorno. Si me veis más lenta, más insegura, más asustadiza y menos beligerante, puede ser que ya, para mi, haya llegado la hora de descansar un poco.

martes, 26 de septiembre de 2017

El héroe de Sidi Ifni

Mi padre tenía una historia que contar pero nunca pudo. Sería lógico pensar que, teniendo un episodio tan traumático en su vida, iba a utilizarlo reconvirtiendolo en una "batallita" con tintes heroicos. Pero siempre fue incapaz de hilar la historia completa y, sobre todo, jamás consiguió poner en palabras y transmitir a los demás lo que sintió en aquellos días tan dramáticos.
Yo, tan solo cuando ya había pasado mucho tiempo y había crecido lo suficiente, pude juntar los trozos dispersos de sus comentarios y lo poco que sabía mi madre, para hacerme una ligera idea de lo que podía haber sucedido.
Los únicos datos que tenía claros era que, durante la mili, mi padre fue destinado a Canarias. Estuvo un tiempo en la capital del archipiélago y de repente, le trasladaron a Sidi Ifni. Era el año 1957 y la zona era la denominada "Sáhara español".
A partir de aquí nunca logro o no quiso darme más datos. No sé el tiempo que permaneció en ese campamento, si llego a estar involucrado en alguna escaramuza y cual fue, ni siquiera la misión que tenían encomendada.
Lo siguiente que conseguía explicar es que, quedaron aislados, no se exactamente cuanto tiempo. Sin comida ni agua fueron pasto de las enfermedades y los piojos.
En un momento dado, llegó la ayuda. Fueron rescatados los pocos que quedaban vivos y trasladados a un buque hospital. Mi padre acabó en la bodega con los cadáveres pues creyeron que estaba muerto. Según explicaba un amigo suyo que estuvo buscándolo mucho tiempo, tenía el pelo, la barba y las uñas largas como si fuera un náufrago. La fiebre amarilla y una pleuritis le convirtió en un esqueleto de color macilento por lo que, en un principio, interpretaron que había fallecido.
Cuando el médico forense encargado de clasificar los cuerpos para ser repatriados fue a engancharle la etiqueta se dio cuenta de que respiraba.
Pasó tres meses en un hospital de Gran Canaria y después fue enviado a casa.
Durante todo ese tiempo y hasta que fue trasladado al centro sanitario, mi madre, su novia por aquel entonces, no sabía nada de él ya que, el estado Español no le daba ninguna información.
Mi padre tardó mucho tiempo en recuperarse pero no lo hizo del todo. Le quedó una enfermedad pulmonar que marcó el resto de su vida. Tenía 18 años y era un chaval completamente sano cuando salió de su casa para realizar el servicio militar. Después de eso nunca más volvió a ser el mismo. Su salud nunca volvió a ser buena y acabo suicidándose con 50 años.
Anexo lo que ahora se cuenta sobre aquel periodo de nuestra historia y que jamás me enseñaron en el colegio.

Fuente: La Wikipedia





domingo, 24 de septiembre de 2017

La perfecta "bailarina"

Se que quizá me vuelvo insistente con mi concepto de los "bailarines a lo Milán Kundera", pero hay veces que se me muestran de una forma tan clara, tan precisa, que no puedo evitarlo.
No voy a dar el nombre. Quienes siguen las noticias del corazón y las redes sociales saben a quien me refiero. De todas maneras solo representa un ejemplo perfecto de otros muchos que mantienen sus miserias en la sombra mientras dan una imagen ideal al mundo. ¡Mis perfectos "bailarines"!. Ellos, y no mi pobre vocabulario, son los que mejor pueden explicar este concepto, a lo mejor, un poco abstracto para algunos.
Creo, sin embargo, como ya he dicho otras veces, que estos especialistas del postureo, existen en cualquier ámbito de la sociedad pero tan poco podemos negar que hay universos más predispuestos que otros.
Y tanto la política como las redes sociales son el caldo de cultivo ideal para este tipo de "yonquis" de la atención pública.
Volvamos a nuestra protagonista. Una chica guapa, inteligente, probablemente con don de gentes, seguro que con un futuro prometedor que, en un momento dado, se vuelve adicta a Instagram.
Y, a partir de aquí, crea un universo a su alrededor de mentiras apoyadas por una escenografía perfecta.
Se deja esclavizar por las marcas. Esos monstruos sin cara ni corazón, máquinas solo interesadas en generar beneficios. Y su ambición unida al hambre constante de estos depredadores la lleva a teatralizar su día a día. Siempre tiene que estar perfecta porque, perennemente acompañada de su fotógrafo, debe inmortalizar cada instante de su ficticia perfecta vida para conseguir más seguidores, más "likes" y que las marcas acepten las subidas de su "caché".
Pero, como Dorian Grey, oculta su verdadera cara en un cuadro escondido en el desván. Una cara que jamás podrá mostrar, ni siquiera para gritar desesperadamente demandando esa ayuda que tanto necesita.
Y siento, de repente, una infinita pena por una persona que se siente torturada por la soledad porque, esa soledad, no es elegida, está autoimpuesta por la manera en que, ella misma, a decidido vivir.
Supongo que debe tener un terrible conflicto interior porque, la persona que es, envidia terriblemente a la persona que se supone que es.
Recorrer un camino como este jamás te puede llevar a un buen final. Por eso nuestra "bailarina" a acabado ejecutando su última e infernal coreografía al final de una soga.
Supongo que ahora será feliz porque, por fin, habrá conseguido deshacerse del disfraz que llevaba adherido a la piel y ser ella misma.

lunes, 18 de septiembre de 2017

La sociedad obliga

Los convencionalismo sociales ¡que cosa más extraña!. Son como las ladillas, se te pegan a la piel y es imposible quitarlas. Te chupan la energía porque te obligan a estar, permanente,  representando un papel.
Naces desnudo y, desde tu primera bocanada de aire, te van revistiendo de pieles como si fueras una cebolla. Te inculcan lo que se espera de ti de una manera tan profunda que te dura para siempre. Te graban a fuego la necesidad de programar y controlar todos los momentos hasta el punto de que, incluso planificas en vida los actos y celebraciones de tu muerte, porque nuestro objetivo es no dejar nada al azar.
Te vuelven tan heterogéneo, que acabas perdiendo tu propia personalidad para adoptar la de la mayoría.
Pero, tristemente, solo somos figurantes en la película de la vida porque, los verdaderos protagonista son aquellos que han conseguido mantener su esencia intacta y, además, no perder el contacto con ella, consiguiendo así que crezca y se enriquezca con el paso de las años y la experiencia.
Pero la masa siente una especial aversión por esta individualidad y, por tanto, tiende a segregar a este tipo de personas calificandolas, además, de raras, excéntricas e incluso, locas.
Solo se consigue la condescendencia de dicha masa si esta individualidad va asociada al talento y la genialidad.
Dentro de la sociedad hay sectores que todavía lo tienen más complicado. Y yo como mujer puedo dar fe de ello. A pesar de que la humanidad ha conseguido llegar al siglo XXI y se sobreentiende que ha evolucionado, a las féminas todavía se nos ve como esposas y madres. Hemos conseguido el acceso a trabajos que antes nos estaban vedados y ya no se nos mira como bichos raros por tener determinadas profesiones, consideradas tradicionalmente masculinas. Pero que no se te ocurra decir que no te quieres casar ni tener niños porque, entonces, te ataca hasta la curia romana.
Y, aunque no lo vemos o, simplemente, preferimos ignorarlo, este típo de notas discordantes se castigan. Si no cumples el estereotipo que se te asignó al nacer por una cuestión de sexo y decides tener un jornada laboral de 40 horas semanales como el resto de la población activa, ya te lo montarás para cumplir con el resto de las obligaciones que como mujer se te exigen.
De todas maneras yo tengo la teoría, pero como dicen en la tele, sin ninguna base científica, de que la esencia de cada ser humano sigue viviendo dentro de nosotros. Esta ahí, en las profundidades, como una lucecita que sigue encendida a pesar de todo, para guiarnos hasta nuestro verdadero yo. Y, por mi propia experiencia tengo que decir, que es un trabajo divertido ver como, conforme te vas deshaciendo de las vestiduras neutras, va aflorando una indumentaria mucho más colorida que, incluso, llega a ser sorprendente.

martes, 12 de septiembre de 2017

Todo lo que cabe en los bolsillos

Los lectores empedernidos sabemos que efectos pueden tener en nosotros determinados libros.
Todos los textos, por triviales que parezcan, nos hacen reflexionar puesto que los autores ponen un mucho de si mismos en ellos. Inevitablemente nos comunican sus creencias, sus miedos, sus dudas...
Pero hay, en la vida del lector, alguno que se convierte en un terremoto para el alma.
Eso justo me ha pasado a mi con "Todo lo que cabe en los bolsillos". 

No diré que es la primera vez que me pasa porque, además de estar mintiendo, sería muy triste. Querría decir que lo que leo no me transmite y, por tanto, estaría perdiendo el tiempo.
Pero de entre todos los que me han hecho llorar, replantearme alguna de mis creencias o aprendizajes, pasarme noches en blanco pensando, hacerme sentir triste o alegre, ¡este ha conseguido aglutinarlo todo!.
Hay muchísima literatura alrededor del tema del Holocausto y este texto no aporta nada nuevo a lo que ya todos sabemos.
Pero el Gueto de Varsovia es otro asunto. Los libros de historia nos dan los datos, la fecha de creación, donde estaba ubicado y su extensión, la población total que lo ocupó durante el tiempo que estuvo en uso, la cantidad aproximada de las víctimas en ese periodo, la fecha en la que los nazis lo desmantelaron, las deportaciones y asesinatos durante el proceso de clausura, su destrucción.
Lo que no nos explican son las condiciones de vida en su interior.
Yo hacía un tiempo que había visto la película "El pianista" y por primera vez tuve una idea del infierno creado en la Tierra por estos expertos en tortura y exterminio.
Quien si no una mente así puede idear un plan en el que se encierra a miles de personas hacinadas en una pequeña extensión de terreno para que mueran de hambre, enfermedades, miseria, frío...
Bien pues, "Todo lo que cabe en los bolsillos" no aporta mucha más información.
Al contrario, quizá la manera de describir la vida cotidiana en el Gueto se hace de una manera más amable (dentro de lo poco posible que resulta).
Pero Mika, un adolescente que hereda el abrigo misterioso y las marionetas de su abuelo, sí que se convierte en algo muy especial.
Es como si viajáramos ocultos en uno de los misteriosos bolsillos de ese abrigo y pudiéramos ver la cara delgada y asustada de los niños del orfanato. O los ojos tristes y la aceptación de la muerte en las caras febriles de los pequeños enfermos del hospital.
Como para Mika, ellos se convierten en nuestra familia y nos sobrepasa el deseo de ver una sonrisa que ilumine esas infantiles caritas.
Como él, sentimos la incomprensión y el dolor que produce ver la crueldad del ser humano.
Y el titiritero se hace adulto bajo el peso de la responsabilidad y el dolor de la pérdida.
La pérdida de su familia, de los niños del orfanato, de los del hospital...
Pero los pequeños del orfanato se fueron, en fila india, en parejas agarrados de la mano, con sus mejores galas y cantando canciones.
No lloraron, no protestaron cuando los encerraron en los vagones de ganado del tren, no demostraron tener miedo.
Los pequeños enfermos de tuberculosis del hospital aceptaron su muerte con la resignación que los adultos jamás podríamos tener. De tres en tres en la misma cama. Sin medicamentos que aliviaran sus últimos días pero capaces, todavía, de esbozar una sonrisa con las marionetas de Mika.
"Todo lo que cabe en los bolsillos" es una historia de héroes. De pequeños y desconocidos héroes que nos hacen avergonzar y plantearnos nuestra actitud frente al mundo. Remueve nuestras almas y ya no somos los mismos cuando cerramos su última página.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Todo lo que cabe en el alma

"Todo lo que cabe en los bolsillos", "Todo lo que cabe en los bolsillos".
Una entrada anterior a esta, "Varsovia el viaje que me cambió", hablaba de que el lugar donde estaba ubicado el Gueto era tremendamente espiritual para mi. También comentaba, y si no lo hago ahora, que el sitio exacto ha quedado un poco difuminado pero que, el trozo de muro que queda en el antiguo cementerio judío, ya me sirvió para hacer mi insignificante como símbolo, muy importante para mi, particular homenaje a los cientos de miles de personas que sufrieron el infierno en vida en esa pequeña extensión de terreno, que, por mucho que ahora se haya convertido en una zona normal de la ciudad, no deja de estar inundada por la sangre y las lágrimas de todos ellos.
Hace algún tiempo descubrí un libro llamado "Todo lo que cabe en los bolsillos".  La reseña decía que era la "novela definitiva sobre el Gueto de Varsovia" y claro, no resistí la tentación.
Todos hemos visto, oído o leído en algún momento como eran las condiciones de vida en esta pequeña prisión de personas inocentes. Los que hemos visto la película "El pianista" hay escenas que no olvidaremos jamás.
Personas muriendo de hambre en plena calle y cuyos cadáveres quedaban abandonados en el mismo sitio como recordatorio perenne del futuro que esperaba a todos los demás.
Niños muy pequeños abatidos por los alemanes cuando intentaban colarse por los agujeros del muro para intentar conseguir comida para sus familias.
En esta novela vamos más allá.
Nos habla de los orfanatos donde la miseria y la tristeza se comía a los pobres niños que ni siquiera tenían una madre que guardara sus sueños.
Nos habla de los hospitales, donde los pequeños enfermos no tenían medicamentos, camas y en las que había se hacían mantas con papel de periódico.
Pero dentro de todo este drama humano está Mika, el titiritero. Aquel que vende al diablo su alma por una hogaza de pan para salvar del hambre a su familia pero, que consigue dar la vuelta a su sentimiento de ruindad, convirtiendo los bolsillos de su abrigo mágico en una esperanza de salvación.
Y... y después no puedo evitar trazar un paralelismo.
Siglo XX, Segunda Guerra Mundial. Un ejército sin voluntad, muchos sin corazón, comandados por un puñado de locos con un jefe que era como el rey de la "corte de los milagros". Convirtieron a Europa, a la vieja Europa, ha esa que ha visto arrasados sus territorios por ordas de salvajes una y otra vez desde el inicio de los tiempos, en un inmenso campo de exterminio. Y nos convirtieron a los europeos en cómplices y partícipes involuntarios de este tremendo crimen de lesa humanidad por toda la eternidad, haciendo que todas las generaciones venideras hereden la vergüenza.
Siglo XXI, quizá esa herencia de vergüenza, ese estigma, la marca de Cain, a vuelto nuestra alma fría e indiferente porque estamos viendo repetirse la historia. Volvemos a ver inocentes muriendo de hambre, de enfermedades, de la violencia provocada por cuatro locos. Volvemos a ver niños enfermos, hambrientos, huérfanos, solos, que nos tienden las manos pidiendo ayuda.
Y volvemos a convertir nuestro territorio en campos de exterminio donde los dejamos a su suerte y donde, esta vez, no somos la mano ejecutora, simplemente nos convertimos en espectadores de su muerte lenta a manos de la miseria que nosotros mismos permitimos y fomentamos.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Recuerdos de "Los Condenados"

Este post es especial para mi porque va dirigido a una de las personas más importantes de mi vida. Mi pequeñito, mi sobrino Alex. Cuando leyó el artículo "Varsovia, un viaje que me cambió", me envió un mensaje al Washap:
"Tita, ¿vas a seguir escribiendo sobre guerras?¡Mola mucho!".
Y entonces me hizo recordar la época en la yo tenía su edad. Estudiaba octavo de EGB y hacíamos trabajos en grupo sobre la Segunda Guerra Mundial para la asignatura de Historia. Aquí empecé a apasionarme por el tema y, al poco tiempo descubrí un autor al que le dedique horas y horas. Sven Hassel.
No era un doctor en Historia, no era un erudito, no era Umberto Ecco. Era un soldado del ejército alemán que contaba lo que pasaba en el micro mundo donde vivía todo lo duro que la guerra significa.
Son solo vivencias, anécdotas, experiencia que transmitir para que la juventud no tenga una idea romántica y utópica de los conflictos armados.
Son las novelas que mi abuelo habría podido escribir sobre su paso por la Guerra Civil Española.
Ellos no sabían de fechas, estrategias o nombres de batallas. Te explicaban como eran sus camaradas, lo que significaba estar días y días en una trinchera bajo fuego de mortero.
Su primera novela, "La legión de los condenados" llego a mis manos por casualidad y, a partir de ahí, seguí leyendo y leyendo hasta que el tener dos o tres años más me hizo interesarme por otros temas.
Pero uno de los títulos que más me impresionó fue "Stalingrado".
Cuando Hitler decidió traicionar a sus aliados soviéticos e invadir Rusia hizo como muchos de nosotros, ignorar el pasado y cometer, por ello, los mismos errores que, en su momento, llevaron al mismísimo Napoleón Bonaparte a la derrota.
130 años antes los franceses acometieron esta gran campaña en la segunda mitad del verano. Las grandes extensiones de terreno recorridas por las tropas napoleónicas provocaron que, antes de llegar a Moscú, les alcanzara el invierno. Las tropas soviéticas, muy inferiores en número poco preparadas y con poco armamento, aguantaron, sin embargo el asedio de los franceses.
Y además, en su retirada hacia la actual capital, fueron destruyendo todo a su paso por lo que dejaron al ejército enemigo sin suministros (a mi me enseñaron en el colegio que esto era la técnica de tierra quemada pero luego he leído voces en contra de este término).
Por tanto Napoleón, con sus tropas desnutridas, sin el equipamiento adecuado para el clima invernal y la fuerte resistencia de los rusos no tuvo más remedio que capitular y retirarse.
Esto fue el principio del fin del gran Imperio soñado por el magnífico estratega, donde Europa fuera una sola nación.
Hitler intento la proeza en las mismas fechas pero, en vez de subestimar la grandes distancias a recorrer y la dureza del invierno ruso, pertrechó a sus hombres con equipo invernal.
Una buena idea si no hubiera sido porque las marchas maratonianas en mitad del verano cargando con toda la ropa de abrigo obligó a la mayoría de los soldados ha abandonar el equipo.
El ejército alemán consiguió llegar hasta su objetivo, Stalingrado, y allí encontró una resistencia que no esperaban.
Stalin había blindado la ciudad y tanto los combatientes como los habitantes sabían que era mucho peor intentar escapar ("Ni un paso atrás" era la consigna).
Las tropas invasoras fueron rodeadas y pasaron de ser los sitiadores a los sitiados.
Durante meses murieron de hambre, frío, enfermedades y los ataques constantes de los soldados rusos en incesantes incursiones al estilo de guerra de guerrillas.
Francotiradores rusos en Stalingrado 
Los alemanes no tenían descanso ni de noche ni de día y la ciudad se iba llenando de cadáveres putrefactos, como una inmensa tumba abierta, que lo inundaba todo de pestilencia y miasmas.
A la vez se inició un principio de guerra psicológica. Por los altavoces instalados en toda la ciudad se oía durante las 24 horas y día tras día la propaganda soviética:
"Tic tac tic tac, Stalingrado fosa común. Cada 7 segundos muere un soldado alemán. Tic tac tic tac tic tac tic tac".
Se organizaban fiestas y comilonas a las orillas del Volga para martirizar al enemigo que se moría de inanición.
Al final, de los 250.000 soldados alemanes que llegaron para conquistar este bastión imposible, solo consiguieron salir 90.000 tras la capitulación, de los cuales, solo 5.000 pudieron volver a su país.
Esto, es, a groso modo, lo que recuerdo de la Batalla de Stalingrado, dejando de lado todos los movimientos de tropas y estrategias equivocadas del histrionico Hitler.
Y por último quiero hacer un homenaje a esos personajes de las novelas de Sven Hassel que acabaron convirtiéndose en mis camaradas también.
Porta, Hermanito, el viejo, el legionario, Peter Barcelona Blom...








viernes, 1 de septiembre de 2017

Varsovia, el viaje que me cambió

La idea no surgió de mi pues era un país que nunca había pensado visitar.
Yo había buscado una semana relajante en un precioso balneario en el Valle del Jerte. Pero mi compañera de viaje había recibido una recomendación especial y me hizo cambiar de opinión.
Así que ese verano salimos hacia Polonia. Para mi, gran amante de todo lo relacionado con la Segunda Guerra Mundial, era un viaje casi espiritual. Iba a visitar lugares de los que había oído hablar, de los que había leído millones de veces.
Sabía que Varsovia había sido completamente destruida por los bombardeos alemanes al principio de la guerra. Pero la reconstrucción hecha en los años 50 es espectacular.
Yo llegué con la idea de ver la típica ciudad de un país del éste pero, y afortunadamente, los polacos han conseguido preservar su país de esa arquitectura oscura y deprimente que los soviéticos no consiguieron imponerles.
Varsovia es un lugar luminoso, colorido, lleno de vida, de música, de arte.
Pero, sobre todo, destila historia, recuerdos, homenajes. 
En cada esquina, en cada calle, en cada iglesia encuentras el reconocimiento de sus conciudadanos a las víctimas de los bombardeos. Al valor de los primeros soldados que intentaron defender la ciudad de atacantes que eran estratosfericamente superiores a ellos. Y a la resistencia después, que intento minar la fuerza de sus invasores con su guerra de guerrilla. 

Casi puedes sentir a los resistentes corriendo a tu alrededor. Te dejas llevar, inevitablemente, por la plasticidad, por el movimiento de estos monumentos. 
Pero lo más curioso es que te sientes poseído por un fantasma desde que llegas a la ciudad. Notas la presencia constante de un lugar que desapareció poco antes de la liberación, destruido, quizá por la vergüenza de sus propios creadores. El Gueto de Varsovia. 
Y digo que no existe pero no es verdad. En el antiguo cementerio judío se conserva un trozo del muro de esta gigantesca prisión, que no fue más que un campo de exterminio disfrazado de barrio, donde los alemanes encerraron a más de 400.000 personas para que murieran de hambre, de enfermedades, de miseria. Para mi, el Gueto, era un lugar de culto. Por tanto, tocar ese trozo de muro y pararme y ¡¡rezar!! (no lo hacía desde pequeña) en mi idioma, con mi religión, fue mi pequeño homenaje a esas víctimas inocentes que no fueron asesinadas solamente, también fueron torturadas de una manera que ninguna mente sana puede imaginar. 
Y me quedan dos lugares por comentar de este viaje mediático para mi.
El primero se encuentra en Cracovia. Se trata del edificio donde estaba ubicada la fábrica de Shlinder. Reproduzco mis propias palabras: 

"1 de septiembre de 1939, hace 78 años. 
Lo explico como lo vi, lo explico como me lo contaron. En Cracovia se conserva el edificio donde se situaba la fábrica de Shlinder. Ahora es un museo dedicado a la invasión de Polonia. 
A través de las fotos podemos seguir lo que pasó aquel día. 
Los polacos aprovechaban los últimos días que quedaban para ir a la playa, a pasear por los parques, de picnic. Un jornada de fiesta feliz como otra cualquiera. De pronto, los barcos alemanes aparecieron delante de la costa de Varsovia. Todavía, la población y sus dirigentes, eran ignorantes de lo que el ejército alemán pretendía. Estos mintieron a las autoridades aduciendo que eran maniobras y se acercaron lo más posible a la ciudad. 
A partir de ahí empezó un bombardeo constante y despiadado, apoyado por la aviación, que solo concluyó cuando Varsovia, una de las ciudades más bonitas de Europa, quedó destruida hasta los cimientos. 
Entonces empezó la invasión terrestre. La famosa caballería polaca no pudo hacer nada ante los tanques y las ametralladoras. La ciudad se quedó esperando la ayuda de sus aliados rusos sin comprender todavía la enorme traición de la que habían sido objeto. 
A partir de aquí comenzó la época más dramática y más oscura de la Europa del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial."
El segundo fue, después de haber viajado mucho y visitado muchos lugares, con diferencia, donde recibí el impacto emocional más grande de mi vida.
Si, por supuesto, se trata de... 

Auschwitz!!!

Nunca pensé que un grupo de edificios rodeado de muros y vallas electrificadas pudiera contener tanto dolor, tanta tristeza. Se te pega a la piel, al alma y te dura toda la vida. La imágenes están vívidas en mi memoria como si las hubiera visto ayer, al igual que las sensaciones. 
No voy a hacer un recorrido aquí porque mi vocabulario es demasiado pobre para poder expresar lo que se puede ver allí. Solo diré que, en determinados espacios, la angustia y el llanto me hicieron salir sin poder acabar el recorrido. 
De todas maneras, creo que es una visita que todo ser humano debería hacer para ver como el hombre es el peor enemigo del hombre. Que la crueldad del alma humana supera cualquier otra cosa que la naturaleza nos pueda mostrar. Que asistimos a la repetición de los comportamientos psicópatas y nos son indiferentes porque, la distancia, no nos deja sentirlos en toda su extensión, en todas sus consecuencias. Por eso, la visita a Auschwitz es fundamental para que sintamos de cerca el miedo, la desesperación y el dolor que el sacrificio de nuestros semejantes provoca. 




miércoles, 30 de agosto de 2017

Destino Incierto

Hola hermanita, probablemente cuando leas esto te vas a preocupar. Te juro que no es mi intención, solo pretendo explicarte como voy caminando poco a poco hacia un sendero desconocido en el que jamás pensé que acabaría.
Pronto hará dos años de la muerte de mamá. Las dos soportamos una tristeza enorme desde entonces. Pero sé que sabes que la mía es especialmente más dura. Se me fue mi madre pero también, mi compañera, mi amiga, mi bebé y sobre todo, mi razón para vivir.
Ella se convirtió, durante mucho tiempo, en el centro de mi existencia. Ella era el eje, el motivo por el que yo vivía. Cualquier cosa que hiciera estaba condicionada por sus necesidades, por su bienestar.
Cuando se fue definitivamente me quedé intentando manejar el estupor, como una brújula que había perdido el norte. Mi vida ya no tenía una razón, una utilidad. La tenía entera para mi y no sabía que hacer con ella.
Han sido demasiados años y perdí la costumbre (si alguna vez la tuve) de hacer planes, de mirar hacia el futuro, de tener unas metas, unos objetivos.
Ahora es tarde. Entiendemé, no lo es para planear, lo es para que yo incorpore esa costumbre.
Me quedé como un barco a la deriva, me dejé llevar por los embates del mar embravecido y empezó a importarme un carajo absolutamente todo, excepto tu y mis pequeños.
Me conoces muy bien y sabes que nunca he tenido una personalidad demasiado convencional. Me mantuve dentro de los cánones que la sociedad exige pero siempre en el límite y siempre por ella. Ahora esos límites se me van desdibujando cada vez más.
Vivir dentro del caos, increíblemente, me da seguridad. Y cada día soy más puro caos.
La educación nos marca desde que nacemos. Durante toda la vida nos enseñan lo que es aceptable y lo que no y que si no cumples con lo que se espera de ti estas fuera. Eres raro y todo el mundo te mira como a un fenómeno de feria. Por eso mis opiniones nunca han sido políticamente correctas por lo que decidí callarmelas, para evitar esos enfados que les agarraba a los demás cada vez que las expresaba. Por eso tengo un piso y una hipoteca, un coche, un trabajo...
Cuando mamá se fue decidí cortar con todos los lazos que me ataban al pasado y empezar de nuevo. Y lo hice...pero quizá no como yo quería en realidad.
Sabes, y si no te lo digo ahora, lo que me aterroriza la dependencia, los apegos. El apego a las personas se ha reducido a ti y a los niños. En cuanto al material, no se si lo he tenido alguna vez pero, en todo caso, ha desaparecido a pasos agigantados. Necesito muchas menos cosas de las que tengo para vivir pero, en este nuevo inicio, seguí dejándome llevar, para que nadie pensara que soy rara.
Pero sigo sintiendo que vivo una vida que no es la mía, que me dejo arrastrar por lo que los demás esperan que haga y no por que quiero hacer en realidad.
No se si mi camino va a continuar discurriendo por la senda que lo hace ahora por que las fronteras se me borran. Pero si acabara tomando otros derroteros, solo quiero que me mires y me veas como tu sabes que soy en realidad y me entenderás muy bien.
¡¡Os quiero!!



domingo, 27 de agosto de 2017

Atrapadas sin salida

Atrapadas. Esa es la sensación que tienen la mayoría de las mujeres, se sienten atrapadas.
La experiencia que voy a narrar no es mía pero este sentimiento es común para muchas (perdón que no incluya aquí al género masculino pero me declaro ignorante de su situación y sus ansiedades).
Porque, a pesar de que yo también comparta ese sentimiento, es por otras circunstancias diferentes. Si intentara equipararme a muchas de las féminas que leen este Blog, probablemente se indignarían bastante.
Ahora, en este post, quiero describir la rutina diaria del 90% (o más) de las mujeres españolas que son amas de casa y trabajadoras a la vez.
Se que habrá una persona que se verá retratada en este artículo y me encanta porque quiero hacerla abanderada de las vidas sacrificadas en aras de la armonía, de la felicidad, del orden en el núcleo familiar.
Las amas de casa. Han sido siempre un sector profesional denigrado, despreciado, ignorado. Un ama de casa no es alguien que se incluya dentro del censo de la población activa. ¿Por qué? Porque no tienen contrato, no cotizan a la seguridad social, son fantasmas dentro de las estadísticas, para la maquinaria burocrática del Estado, no existen.
Los accidentes domésticos cubren una parte importante de las estadísticas de muerte y resultados incapacitantes, pero ellas no disfrutan de una Mutua. 
No tienen derecho a vacaciones remuneradas, a pensión de jubilación... ¡Ni siquiera a jubilación! 
En el momento en que son madres pasan a convertirse en miembros de una congregación de la que ya no pueden salir. Junto con el cuerpo de su bebé reciben una mochila de responsabilidad que ya no pueden abandonar nunca más.
Los maridos son los jefes pero estas operarias no tienen convenios colectivos, derechos de los trabajadores, sindicatos, comités de empresa... En fin, nadie que defienda sus intereses. 
¿Y por qué ocurre todo esto? Porque las mujeres somos la única especie que nace con una profesión. Desde el momento en que una niña abre los ojos al mundo, y antes de ver si es rubia o morena, tiene los ojos negros o azules, ya se sabe lo que va a ser, esposa y madre, ósea, ama de casa.
Pero las cosas, en vez de mejorar con el paso de los siglos y la evolución humana, para las féminas han empeorado. 
Ahora si que aparecen en ese censo de la población activa pero no porque de repente se reconozca esa labor silenciosa que es el pilar de todos los hogares y por tanto, de todos los países.
Porque, considerando que, al final, esta dedicación de 24 horas al día deja tiempo suficiente, a las amas de casa se les ha regalado un hobby para que no se aburran y se sientan realizadas (pobrecitas). La jornada laboral de 8 horas.
Recapitulando, que a todas las obligaciones descritas anteriormente hay que añadir todas esas otras de las que el consorte abnegado a presumido desde el principio de los tiempos y por las que se sentía con el derecho a tener chacha a tiempo completo. 
El que, desde los tiempos del inicio del hombre, era el encargado de proveer, de satisfacer las necesidades de su familia, se ha sentido desbordado en esta monumental tarea y ha requerido una ayuda para llevarla a cabo. 
Pero no por eso el núcleo familiar se ha convertido en un quid pro quo. La mujer sigue llevando sobre sus hombros la tarea ingente de tener todas sus horas ocupadas y el papá y marido (algunos, seamos realistas) hace la concesión de "echarle una mano" en algunas labores del día a día. 
¡ECHARLE UNA MANO! Sí, como si barrer o llevar los pequeños al cole y hacerles la cena fuera hacer algo que no les corresponde, es solo "ayudar a la parienta". 
Por eso te entiendo perfectamente, mi pequeña, entiendo que te sientas atrapada, manejada, despreciada. Que no te sientas valorada ni querida.
Pero, aunque parezca que no hay salida, que las cosas no van a cambiar, que te morirás dentro de 90 años en la misma situación que estás ahora, piensa en Obama, "yes we can".
Antes de concluir quiero hacer una aclaración. No soy feminista, ni machista, ni ninguna "ista" excepto cronista. Cuento lo que veo y si llegara a no gustar a algún sector de la sociedad, estamos a tiempo de cambiar. 

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