Los convencionalismo sociales ¡que cosa más extraña!. Son como las ladillas, se te pegan a la piel y es imposible quitarlas. Te chupan la energía porque te obligan a estar, permanente, representando un papel.
Naces desnudo y, desde tu primera bocanada de aire, te van revistiendo de pieles como si fueras una cebolla. Te inculcan lo que se espera de ti de una manera tan profunda que te dura para siempre. Te graban a fuego la necesidad de programar y controlar todos los momentos hasta el punto de que, incluso planificas en vida los actos y celebraciones de tu muerte, porque nuestro objetivo es no dejar nada al azar.
Te vuelven tan heterogéneo, que acabas perdiendo tu propia personalidad para adoptar la de la mayoría.
Pero, tristemente, solo somos figurantes en la película de la vida porque, los verdaderos protagonista son aquellos que han conseguido mantener su esencia intacta y, además, no perder el contacto con ella, consiguiendo así que crezca y se enriquezca con el paso de las años y la experiencia.
Pero la masa siente una especial aversión por esta individualidad y, por tanto, tiende a segregar a este tipo de personas calificandolas, además, de raras, excéntricas e incluso, locas.
Solo se consigue la condescendencia de dicha masa si esta individualidad va asociada al talento y la genialidad.
Dentro de la sociedad hay sectores que todavía lo tienen más complicado. Y yo como mujer puedo dar fe de ello. A pesar de que la humanidad ha conseguido llegar al siglo XXI y se sobreentiende que ha evolucionado, a las féminas todavía se nos ve como esposas y madres. Hemos conseguido el acceso a trabajos que antes nos estaban vedados y ya no se nos mira como bichos raros por tener determinadas profesiones, consideradas tradicionalmente masculinas. Pero que no se te ocurra decir que no te quieres casar ni tener niños porque, entonces, te ataca hasta la curia romana.
Y, aunque no lo vemos o, simplemente, preferimos ignorarlo, este típo de notas discordantes se castigan. Si no cumples el estereotipo que se te asignó al nacer por una cuestión de sexo y decides tener un jornada laboral de 40 horas semanales como el resto de la población activa, ya te lo montarás para cumplir con el resto de las obligaciones que como mujer se te exigen.
De todas maneras yo tengo la teoría, pero como dicen en la tele, sin ninguna base científica, de que la esencia de cada ser humano sigue viviendo dentro de nosotros. Esta ahí, en las profundidades, como una lucecita que sigue encendida a pesar de todo, para guiarnos hasta nuestro verdadero yo. Y, por mi propia experiencia tengo que decir, que es un trabajo divertido ver como, conforme te vas deshaciendo de las vestiduras neutras, va aflorando una indumentaria mucho más colorida que, incluso, llega a ser sorprendente.
Bienvenidos a mi casa. Te adentras en un mundo de fantasía, mi mundo.¿Preparado?.
lunes, 18 de septiembre de 2017
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