viernes, 1 de septiembre de 2017

Varsovia, el viaje que me cambió

La idea no surgió de mi pues era un país que nunca había pensado visitar.
Yo había buscado una semana relajante en un precioso balneario en el Valle del Jerte. Pero mi compañera de viaje había recibido una recomendación especial y me hizo cambiar de opinión.
Así que ese verano salimos hacia Polonia. Para mi, gran amante de todo lo relacionado con la Segunda Guerra Mundial, era un viaje casi espiritual. Iba a visitar lugares de los que había oído hablar, de los que había leído millones de veces.
Sabía que Varsovia había sido completamente destruida por los bombardeos alemanes al principio de la guerra. Pero la reconstrucción hecha en los años 50 es espectacular.
Yo llegué con la idea de ver la típica ciudad de un país del éste pero, y afortunadamente, los polacos han conseguido preservar su país de esa arquitectura oscura y deprimente que los soviéticos no consiguieron imponerles.
Varsovia es un lugar luminoso, colorido, lleno de vida, de música, de arte.
Pero, sobre todo, destila historia, recuerdos, homenajes. 
En cada esquina, en cada calle, en cada iglesia encuentras el reconocimiento de sus conciudadanos a las víctimas de los bombardeos. Al valor de los primeros soldados que intentaron defender la ciudad de atacantes que eran estratosfericamente superiores a ellos. Y a la resistencia después, que intento minar la fuerza de sus invasores con su guerra de guerrilla. 

Casi puedes sentir a los resistentes corriendo a tu alrededor. Te dejas llevar, inevitablemente, por la plasticidad, por el movimiento de estos monumentos. 
Pero lo más curioso es que te sientes poseído por un fantasma desde que llegas a la ciudad. Notas la presencia constante de un lugar que desapareció poco antes de la liberación, destruido, quizá por la vergüenza de sus propios creadores. El Gueto de Varsovia. 
Y digo que no existe pero no es verdad. En el antiguo cementerio judío se conserva un trozo del muro de esta gigantesca prisión, que no fue más que un campo de exterminio disfrazado de barrio, donde los alemanes encerraron a más de 400.000 personas para que murieran de hambre, de enfermedades, de miseria. Para mi, el Gueto, era un lugar de culto. Por tanto, tocar ese trozo de muro y pararme y ¡¡rezar!! (no lo hacía desde pequeña) en mi idioma, con mi religión, fue mi pequeño homenaje a esas víctimas inocentes que no fueron asesinadas solamente, también fueron torturadas de una manera que ninguna mente sana puede imaginar. 
Y me quedan dos lugares por comentar de este viaje mediático para mi.
El primero se encuentra en Cracovia. Se trata del edificio donde estaba ubicada la fábrica de Shlinder. Reproduzco mis propias palabras: 

"1 de septiembre de 1939, hace 78 años. 
Lo explico como lo vi, lo explico como me lo contaron. En Cracovia se conserva el edificio donde se situaba la fábrica de Shlinder. Ahora es un museo dedicado a la invasión de Polonia. 
A través de las fotos podemos seguir lo que pasó aquel día. 
Los polacos aprovechaban los últimos días que quedaban para ir a la playa, a pasear por los parques, de picnic. Un jornada de fiesta feliz como otra cualquiera. De pronto, los barcos alemanes aparecieron delante de la costa de Varsovia. Todavía, la población y sus dirigentes, eran ignorantes de lo que el ejército alemán pretendía. Estos mintieron a las autoridades aduciendo que eran maniobras y se acercaron lo más posible a la ciudad. 
A partir de ahí empezó un bombardeo constante y despiadado, apoyado por la aviación, que solo concluyó cuando Varsovia, una de las ciudades más bonitas de Europa, quedó destruida hasta los cimientos. 
Entonces empezó la invasión terrestre. La famosa caballería polaca no pudo hacer nada ante los tanques y las ametralladoras. La ciudad se quedó esperando la ayuda de sus aliados rusos sin comprender todavía la enorme traición de la que habían sido objeto. 
A partir de aquí comenzó la época más dramática y más oscura de la Europa del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial."
El segundo fue, después de haber viajado mucho y visitado muchos lugares, con diferencia, donde recibí el impacto emocional más grande de mi vida.
Si, por supuesto, se trata de... 

Auschwitz!!!

Nunca pensé que un grupo de edificios rodeado de muros y vallas electrificadas pudiera contener tanto dolor, tanta tristeza. Se te pega a la piel, al alma y te dura toda la vida. La imágenes están vívidas en mi memoria como si las hubiera visto ayer, al igual que las sensaciones. 
No voy a hacer un recorrido aquí porque mi vocabulario es demasiado pobre para poder expresar lo que se puede ver allí. Solo diré que, en determinados espacios, la angustia y el llanto me hicieron salir sin poder acabar el recorrido. 
De todas maneras, creo que es una visita que todo ser humano debería hacer para ver como el hombre es el peor enemigo del hombre. Que la crueldad del alma humana supera cualquier otra cosa que la naturaleza nos pueda mostrar. Que asistimos a la repetición de los comportamientos psicópatas y nos son indiferentes porque, la distancia, no nos deja sentirlos en toda su extensión, en todas sus consecuencias. Por eso, la visita a Auschwitz es fundamental para que sintamos de cerca el miedo, la desesperación y el dolor que el sacrificio de nuestros semejantes provoca. 




Entrada destacada

Bastian

Estoy inmersa en la lectura de "Memorias de Bastian" de Hugo Egido. Me sorprende conforme avanzo, es una opinión completamente...