Agosto de 1939. La guerra civil había sido ganada por los mismos militares golpistas, declarados en rebeldía contra el gobierno legalmente constituido y elegido libremente por el pueblo soberano, que la habían provocado.
Los cimientos del régimen se asentaban todavía sobre arenas movedizas pero el jefe supremo de la rebelión había sabido rodearse de perros de presa sin escrúpulos que sabían hacer muy bien su trabajo.
Este ejército especialista en la guerra sucia de las torturas y al que pertenecía una sección de sabuesos que se dedicaban a infiltrarse y detectar potenciales traidores, se dedicaban a limpiar el terreno de los pocos militantes y dirigentes de izquierda que pudieran haber quedado en territorio español. Ósea aquellos que no habían podido huir al exilio, no habían acabado pudriendose en cárceles, en batallones de trabajos forzados o que no habían acabado sus días en las tapias de algún cementerio y luego como esqueletos sin nombre en una fosa común.
Pero, en realidad, solo quedaban en España unos pocos jóvenes idealistas cuya mayoría se había afiliado al principio de la guerra y que llevan a cabo un tímido y débil intento de reorganización en la clandestinidad de sus partidos cuyos principales líderes no podían tutelarlos.
Uno de estos partidos era el JSU (Juventudes Socialistas Unificadas).
El 27 de Julio de 1939 se produce un atentado en el que mueren, el general Isaac Gabaldon, personaje relevante del aparato de represión franquista, su hija y su chófer.
Los miembros de la JSU son acusados de este hecho que es interpretado por el régimen como un desafío por parte de las organizaciones de izquierdas y la excusa perfecta para depurar todos los posibles enemigos en la sombra.
Gracias al antiguo militante comunista reconvertido en policía Roberto Conesa, que se infiltra en la organización, los ficheros de militantes que no pudieron ser destruidos al final de la guerra y las delaciones, bajo tortura de sus propios compañeros, fueron detenidas 67 personas, los primeros días. De estas, 65 fueron condenadas a muerte y 63 fusiladas.
Entre estas víctimas se encuentran 13 jóvenes. Trece chicas entre los 18 y los 29 años, trabajadoras, soñadoras, preocupadas por un país perdido que había caído de cabeza en una dictadura cruel y vengativa. Pero, sobre todo, buenas hijas,esposas, madres, hermanas, novias...¡¡INOCENTES!!
Y se convirtieron en leyenda y el pueblo las llamó "Las 13 rosas".
Carmen Barrero Aguado, 20 años, modista.
Martina Barroso García, 22 años, modista
Blanca Brisac Vázquez 29 años, pianista
Pilar Bueno Ibáñez 27 años, modista.
Julia Conesa Conesa 19 años, modista
Adelina García Casillas 19 años, activista
Elena Gil Olaya 20 años, activista
Virtudes González García 18 años, modista
Ana López Gallego 19 años, modista
Joaquina López Laffite 23 años, secretaria
Dionisia Manzanero Sala 20 años, modista
Victoria Muñoz García 18 años, activista
Luisa Rodríguez de la Fuente 18 años, sastra
Las 13 rosas pagaron con sus cortas vidas el miedo de los dirigentes a perder el poder que tanto les había costado conseguir. Sus cadáveres, junto con muchos otros, formaron los cimientos de una dictadura que aguantó 40 años porque supo muy bien limpiar el territorio de sus enemigos, reales, potenciales, futuros o imaginarios.
Supo infundir el miedo suficiente al pueblo español para que no quedarán rescoldos en la hoguera que pudieran convertirse en un incendio futuro.
Pero ellas serán recordadas siempre porque su inocencia, su valentía, su fuerza, perduraran para siempre en la historia de nuestro país.
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