miércoles, 19 de julio de 2017

Dioses de barro

Me asombra el ego de algunos profesionales de la interpretación, porque es lo que son. Yo tengo mi oficio y ellos el suyo. Ellos son buenos en lo suyo y yo en lo mío. ¿¿Que se supone que les hace superiores?? ¿¿Las fans??. Pues resulta que ellas son las que les dan de comer, las que les hacen famosos. Si no fuera por ellas, muchos pasarían por el mundo del arte sin pena ni gloria. 
Pero cuando un actor se siente seguido, adorado, alabado, mimado por las fans normalmente se endiosa y, a partir de ahí empieza a levitar por encima de los mortales.
Su ego crece proporcionalmente a su fama proporcionada por sus seguidores y de repente se siente superior a aquellos que lo han puesto en la posición que ocupa.
Se vuelve un ser despreciativo, niño insoportablemente mimado. Reyezuelo que va regalando un "me gusta" aquí y allá, en las redes sociales, como quien concede una limosna a un pobre disminuido.
Por lo general y gracias a un par de hechos aislados, consigue una fama que no merece porque da una imagen distorsionada de la realidad que sus seguidores prefieren creer y difundir y, como dice un refrán español "Cría fama y échate a dormir".
Se adhiere a una causa solidaria y se apantalla detrás de ella. La utiliza para desarrollar sus hobbys. Queda como una magnífica persona pero usa esa causa como excusa para disfrutar. Doble ganancia. 
Toca todos los palos pero, como decía mi madre "quien mucho abarca poco aprieta". Es muy bueno en su profesión pero mediocre en todas las demás. De todas maneras no hay problema, la cohorte de incondicionales incrementarán su curriculum diciendo que es genial en todo lo que hace. Esto infla su narcisismo como un globo y, espero que no, solo un hecho traumático le pude hacer poner los pies en el suelo. 
En su descargo tengo que decir que, si yo recibiera cada día mensajes donde sólo se resaltara lo guapa que soy, que si cada vez que diera una opinión, por simple que fuera, estuvieran a punto de proponerme para la canonización y si colgara una grabación cantando en la ducha y me dijeran 200 personas que soy mejor que Pavarotti, también sería petulante, egocéntrico y soberbio. 
Y como última peculiaridad de los acólitos de este Dios echo carne, nunca se atreverán a llevarle la contraria, criticarle en algún sentido y compartirle cosas que no sean fotos suyas, noticias suyas, entrevistas suyas... Porque si no, te barrera de un manotazo como a una mota de polvo en su chaqueta. 
En fin, como yo digo siempre, el mundo está lleno de bailarines a lo Milán Kundera. 
La mala noticia para nuestro profesional del postureo es que, si se duerme en los laureles, si se pierde en las alabanzas, no verá venir el paso del tiempo ni a los jóvenes que vienen empujando fuerte. Despertará del sueño ignorado y abandonado por sus esclavos. Lo veremos vegetar entre papeles secundarios de padre, de mendigo o de tío lejano. Habrá sacrificado su talento en aras del halago y del peloteo y quizá, con suerte, alguien se acuerde de el para darle un premio a toda su carrera.

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