Después de dos entradas seguidas que han sido sendas reseñas tengo necesidad de volver a lo que es la esencia de este Blog.
Es un Blog personal y escribo sobre mis experiencias y opiniones, o las reacciones que las de otros me producen.
Vuelvo pues a la senda original.
Los condicionantes de los humanos, normas de conducta o leyes morales heredadas de épocas ancestrales son muy curiosas. Anulan la racionalidad de la gente y ser un "ser racional" es lo que nos diferencia de los animales. Al menos eso me enseñaron en el colegio.
Esto viene a colación de la celebración del día del orgullo gay. Algunas televisiones han aprovechado para volver a bombardear con opiniones de políticos sobre el matrimonio homosexual.
Cuando oigo declaraciones del tipo de: "La institución del matrimonio es para personas de diferente sexo, hombre y mujer" echo mano de mi racionalidad.
¿Quién la creó? El hombre o la sociedad de la que forma parte. No es que nacieramos con ello como lo hacemos con la nariz, la boca o los ojos.
Fue una maniobra para obligarnos a unirnos y reproducirnos en el seno de un círculo cerrado y controlado que facilita la vigilancia por parte de los que regentan el poder.
Entiendo que en su momento esto tenía todo el sentido porque ayudaba a la perpetuación de la raza.
El matrimonio se creó, fundamentalmente, como base para la procreación y en su momento tenía sentido. Pero que los prohombres de ahora crean que los humanos nos vamos a extinguir porque, si se permite el matrimonio gay vamos a dejar de reproducirnos, es igual que si alguien con sobrepeso creyera que, porque no cene una noche, le va a salir anemia.
De todas maneras uno de los grandes hándicaps de todo este montaje es el aderezo de todo tipo de rituales salidos de la creatividad de las religiones.
Cosas sin sentido como la virginidad, la fidelidad y el "Hasta que la muerte nos separe" surgieron de la mente calenturienta de los obreros de la fe. Pero no es más que la consecuencia de unas normas heredadas de sus colegas a lo largo de los siglos, "la mujer es mala, hay que tenerla controlada".
Y gracias a un decálogo completamente inventado que convertimos en sagrado se genera el supremo poder de tener esclavos sin que se note.
Y sigo creyendo que, o todo esto en su momento tenía sentido o quizá fue una consecuencia lógica de que los señores fueran dueños de vidas y haciendas y los religiosos sus ayudantes más abnegados.
Pero, ¡¡por Dios, que estamos en el siglo XXI!!.
Cuando veo las películas de ciencia ficción de los años 50, no sólo me siento decepcionada por no llevar un traje plateado, no poder comunicarme por telepatía, teletransportarme, hacer viajes interestelares o tener naves espaciales en vez de coches. Lo que más me entristece es que la sociedad no ha avanzado y por ende, el pensamiento.
Seguimos siendo intransigentes, puritanos, insolidarios, racistas... torturados por unas normas que nosotros hemos creado, como eternos sadomasoquistas.
¡Cuando llegará la hora de que el Pensamiento evolucione! Y me refiero al Pensamiento como concepto absoluto.
A estas alturas algunas instituciones deberían estar obsoletas, y el matrimonio es una de ellas. No deberíamos luchar porque todos tengan derecho a él, deberíamos hacerlo para que fuera erradicado.
Pero, en este mundo todo se mueve por dinero. Las palabras "amarse, respetarse..." son una fórmula. Tienen el mismo sentido que "curita sana, curita sana..."
Al final todo esto no es más que un negocio del que todo el mundo saca tajada menos el que tiene la desgracia de ser un invitado.
En fin, queda patente que lo último que haría en mi vida sería casarme.
De todas maneras si casarse hace felices a la mayoría de las personas, adelante. Así podrán divorciarse y enriquecer a otra parte de la sociedad. ¡¡Los abogados!!
Bienvenidos a mi casa. Te adentras en un mundo de fantasía, mi mundo.¿Preparado?.
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