Las zonas agrícolas estaban en manos de unas pocas familias la mayoría pertenecientes a la nobleza.
Estos latifundios eran como pequeños reinos donde los propietarios ejercían de soberanos despóticos, dueños de las vidas de sus empleados. Los trataban como esclavos y ellos les debían total obediencia (no en vano les llamaban amos).
Estos "señoritos" disfrutaban de total impunidad ante las autoridades por lo que, sus víctimas, jamás serían escuchadas o amparadas por la justicia.
Las grandes extensiones agrícolas se encontraban localizadas en su mayoría, en el centro y el sur del país. Y es aquí, en Andalucía, donde está ambientada la historia.
De un lado los Raposo. Padre, madre, dos hijos varones y una niña.
Del otro los Gálvez, familia poderosa dueña de una gran finca. Padre, madre y tres hijos, uno casado y abogado y los otros dos, los típicos señoritos de vidas vacías e inútiles.
El destino hace que la vida de los Gálvez y los Raposo se crucen. Los unos se convierten en jornaleros al servicio de los otros y, como no podía ser de otra manera, entra en juego un tercer vértice, la tragedia. Porque, la tragedia, era lo único seguro en la vida de los pobres de aquella época.
Los señoritos, jóvenes con las hormonas alteradas, ven en la niña de los Raposo la manera más fácil para desahogar sus necesidades físicas.
Pero no cuentan con José, el hermano mayor, que les hará pagar muy caro su "travesura".
"La guarida del raposo" nos hace viajar a esa época trágica de la historia de España. Antonio Orozco nos demuestra sus grandes conocimientos de los usos y costumbres de la Andalucía del XIX y de la orografía de la zona donde la historia se desarrolla.
Majaceite desde el castillo de Tempul (Jerez de la Frontera) |
Notamos su fuerza, su coraje. Es ese tipo de hombre, recio y resuelto que, con sólo verlo, te das cuenta de que ni los más fuertes vientos serán capaces de tumbarlo. Es todo fuerza, carácter, valentía...
Arropado por unos secundarios de lujo, el Flaco se convierte en alguien a quien todos nos gustaría imitar en algún momento de nuestras vidas.
Antonio Orozco construye una novela bien estructurada, muy bien ambientada. Con unos personajes sólidos y, sobre todo, nos lleva a través de un viaje emocional donde sientes odio, miedo o tristeza a la vez que su protagonista. Ósea, lo que una buena novela debe hacer.
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