La experiencia que voy a narrar no es mía pero este sentimiento es común para muchas (perdón que no incluya aquí al género masculino pero me declaro ignorante de su situación y sus ansiedades).
Porque, a pesar de que yo también comparta ese sentimiento, es por otras circunstancias diferentes. Si intentara equipararme a muchas de las féminas que leen este Blog, probablemente se indignarían bastante.
Ahora, en este post, quiero describir la rutina diaria del 90% (o más) de las mujeres españolas que son amas de casa y trabajadoras a la vez.
Se que habrá una persona que se verá retratada en este artículo y me encanta porque quiero hacerla abanderada de las vidas sacrificadas en aras de la armonía, de la felicidad, del orden en el núcleo familiar.
Las amas de casa. Han sido siempre un sector profesional denigrado, despreciado, ignorado. Un ama de casa no es alguien que se incluya dentro del censo de la población activa. ¿Por qué? Porque no tienen contrato, no cotizan a la seguridad social, son fantasmas dentro de las estadísticas, para la maquinaria burocrática del Estado, no existen.
Los accidentes domésticos cubren una parte importante de las estadísticas de muerte y resultados incapacitantes, pero ellas no disfrutan de una Mutua.
No tienen derecho a vacaciones remuneradas, a pensión de jubilación... ¡Ni siquiera a jubilación!
En el momento en que son madres pasan a convertirse en miembros de una congregación de la que ya no pueden salir. Junto con el cuerpo de su bebé reciben una mochila de responsabilidad que ya no pueden abandonar nunca más.
Los maridos son los jefes pero estas operarias no tienen convenios colectivos, derechos de los trabajadores, sindicatos, comités de empresa... En fin, nadie que defienda sus intereses.
¿Y por qué ocurre todo esto? Porque las mujeres somos la única especie que nace con una profesión. Desde el momento en que una niña abre los ojos al mundo, y antes de ver si es rubia o morena, tiene los ojos negros o azules, ya se sabe lo que va a ser, esposa y madre, ósea, ama de casa.
Pero las cosas, en vez de mejorar con el paso de los siglos y la evolución humana, para las féminas han empeorado.
Ahora si que aparecen en ese censo de la población activa pero no porque de repente se reconozca esa labor silenciosa que es el pilar de todos los hogares y por tanto, de todos los países.
Porque, considerando que, al final, esta dedicación de 24 horas al día deja tiempo suficiente, a las amas de casa se les ha regalado un hobby para que no se aburran y se sientan realizadas (pobrecitas). La jornada laboral de 8 horas.
Recapitulando, que a todas las obligaciones descritas anteriormente hay que añadir todas esas otras de las que el consorte abnegado a presumido desde el principio de los tiempos y por las que se sentía con el derecho a tener chacha a tiempo completo.
El que, desde los tiempos del inicio del hombre, era el encargado de proveer, de satisfacer las necesidades de su familia, se ha sentido desbordado en esta monumental tarea y ha requerido una ayuda para llevarla a cabo.
Pero no por eso el núcleo familiar se ha convertido en un quid pro quo. La mujer sigue llevando sobre sus hombros la tarea ingente de tener todas sus horas ocupadas y el papá y marido (algunos, seamos realistas) hace la concesión de "echarle una mano" en algunas labores del día a día.
¡ECHARLE UNA MANO! Sí, como si barrer o llevar los pequeños al cole y hacerles la cena fuera hacer algo que no les corresponde, es solo "ayudar a la parienta".
Por eso te entiendo perfectamente, mi pequeña, entiendo que te sientas atrapada, manejada, despreciada. Que no te sientas valorada ni querida.
Pero, aunque parezca que no hay salida, que las cosas no van a cambiar, que te morirás dentro de 90 años en la misma situación que estás ahora, piensa en Obama, "yes we can".
Antes de concluir quiero hacer una aclaración. No soy feminista, ni machista, ni ninguna "ista" excepto cronista. Cuento lo que veo y si llegara a no gustar a algún sector de la sociedad, estamos a tiempo de cambiar.
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