El gran hermano te vigilia |
Utilizaré en esta entrada la primera parte del título de este Blog. Los nombres nunca deben parecer retóricos.
Para ello voy a referir como, a través de mis sobrinos, descubrí algo que quizá mucha gente sepa pero yo no.
Me encanta que vayamos de vacaciones los tres juntos así que, aquella Semana Santa, escogí un hotel fantástico donde disfrutar y aprovechar para hablar de la vida.
En aquella ocasión, adoptamos la costumbre de ir a los recreativos antes de dormir. Les encantaba que jugáramos al billar y, como son mis sobrinos y me aman, estaban convencidos de que yo era una maestra.
El caso es que en aquel pequeño hogar de fantasía, había una máquina que se ponía en marcha de tanto en tanto. Como si de una caja de música gigante se tratara, sonaba una tonadilla pegadiza y salían unas cabecitas de unos agujeros. Entonces ellos, como atraídos por el flautista de Amelin, dejaban de jugar, salían corriendo y, cogiendo unos martillos que colgaban de los lados, se ponían a aporrear como locos.
A mi me daba la risa y un día les dije que aquello parecía los dos minutos de odio.
Me miraron con esa expresión de "que cosas más raras dice mi tía" que los hace insoportablemente adorables y, claro, me preguntaron que eran los dos minutos de odio.
Me di cuenta de golpe del tiempo que había pasado desde que leí "1984" y que muchas cosas sobre la historia no las recordaba. Imposible satisfacer su curiosidad porque preguntaban más y más, así que me comprometí a releerlo y luego explicarles todo.
He aprendido a no prometer nada a los dos hombres que más quiero en el mundo si no voy a cumplirlo. Porque luego me lo echan en cara durante mucho tiempo. Así que busque el libro y, en parte por su petición y en parte porque me apetecía mucho, aproveche mis pocos ratos libres y volví a sumergirme en el ambiente oscuro, asfixiante, denso y aterrador del futuro que Orwell imagino para nosotros.
"Futuro" eso pensaba yo.
Releer la historia del amor como única salvación para la desesperación. La lucha contra un sistema al que no puedes vencer volvió a subyugarme e, increíblemente, la renuncia del final, me entristeció más que la primera vez que lo leí.
Pero conforme avanzaba en la lectura me pasó algo muy raro. Tuve un Dejá vu.
Hacía algún tiempo me había atraído un libro llamado "El hombre que amaba a los perros" del escritor cubano Leonardo Padura.
Aquí se narra el destierro de Trotski y un posible cruce con su asesino, Mercader. También hace un relato pormenorizado de la técnica utilizada en esa época por la Unión Soviética para eliminar de la faz de la tierra a los oponentes al régimen sin matarlos, y así, evitar convertirlos en mártires. Increíblemente todo me sonaba conocido y yo de Trotski conocía pocas cosas.
¡¡Pero, de repente se me hizo la luz!!
¡¡La historia de Emmanuel Goldstein, el diablo con cuernos y rabo, el culpable de todos los males de la sociedad en "1984" y al que iban dirigidos los dos minutos de odio era Trotski!!
La estrategia para anular y bloquear los recuerdos de la gente, el hacer desaparecer las fotos donde el personaje aparece, el reescribir la historia para que parezca el mal reencarnado o manipular los medios de comunicación para crear la fantasía de que estos rebeldes nunca habían existido, son las técnicas que utiliza el Gran Hermano con Goldstein.
¡¡Increíblemente, también son las que usaba el Partido Comunista en Rusia, en los años 20, con sus disidentes!!
No salía de mi asombro. De repente el futuro se había convertido en pasado. Orwell no nos explicaba lo que iba a ocurrir, nos informaba de lo que ya había ocurrido.
Por curiosidad, repase por encima la historia de Orwell y, efectivamente había sido un disidente del Partido Comunista y un Trotskista convencido.
Y así, gracias a mis sobrinos, descubrí algo que probablemente mucha gente sabe pero yo no.
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