Este post es muy difícil para mi. Lo he empezado mil veces y mil más lo he borrado.
José, Goretti y yo iniciamos una relación, que a mi me gusta pensar que es de amistad, con "Caen estrellas fugaces" como nexo de unión.
Esto, inconscientemente me supone una presión. Me gustaría poder transmitir, en esta entrada, las sensaciones que el libro me provoca y así, facilitar a otros las ganas de experimentarlas también.
Voy a intentarlo y espero no decepcionarlos
"Caen estrellas fugaces" es un libro visual. Es como atravesar el armario de las " Crónicas de Narnia". Cuando te sumerges en sus páginas, dejas de ser un espectador para convertirte en un personaje más, paseando por las calles del Madrid de la segunda mitad del siglo XIX.
Y como Bastian, el protagonista de "La historia interminable", te es difícil volver a tu vida real.
Por tanto, y como caballero o dama de aquella época, es fácil entender que este siglo fuera un crisol de creencias diferentes. De un lado los seguidores de la razón, del progreso, de la tecnología. Del otro, los que se dejaban llevar por la moda de todo lo relacionado con el esoterismo. Estos se entregaban con facilidad a videntes y adivinos, la mayoría de ellos de "pega", como una forma de liberación, de rebeldía ante el oscurantismo de siglos anteriores.
Es fácil pues suponer que un fenómeno climático excepcional diera pie a creer que se avecinaban hechos extraordinarios.
Este es el mar embravecido donde se mueven nuestros personajes principales, que como la mayoría de la sociedad, y yo misma, han tomado partido por una de las facciones.
De un lado tenemos a Leonidas Luzón. Me permito extenderme más con el ya que me siento unida de una manera especial.
Luzón, como mi madre, sufría de polio, por tanto me es fácil entenderle, reconocerle.
Mi madre y León eran dos espíritus indomables atrapados en cuerpos que se habían convertido en su prisión.
Eran pura pasion, entusiasmo, fuerza. Por tanto, inevitablemente, odiaban esta prisión, odiaban la condescendencia de los demás traducida en ayuda y buena intención.
Pero hay una diferencia sustancial entre los dos, mientras mi madre era profundamente creyente, Luzón es un tipo aparentemente descreido.
Erudito y con un extraordinario espíritu crítico que le lleva a la máxima de Tomás: "Ver es creer".
"Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo si no creyente". Esto busca León, tocar las manos y el costado de Jesús para poder creer. Es por esto que se convierte en "Abogado del Diablo".
Su objetivo no es desmontar milagros falsos si no, muy al contrario, encontrar el milagro verdadero y poder creer.
Toda esta coraza de lógica y ateísmo es puesta a prueba cuando conoce a la otra protagonista de esta historia, Elisa Polifeme.
Ella es delicada, frágil, sensible y con una característica totalmente opuesta a las creencias de Luzón. Es vidente.
La vida de Elisa esta rodeada de hechos extraordinarios, de visiones apocalípticas de un futuro que es incapaz de cambiar.
Nada más conocerse se ve irremediablemente atraída por la fortaleza del otro protagonista. Elisa no ve a León como "disminuido" porque le siente seguro. Le siente, no le ve porque ella es ciega.
Y entre toda esta armonía que sobrevive entre el caos aparece una nota discordante que, a la vez, es la soga que mantiene fuertemente atados a nuestros protagonistas entre sí.
No hablaré de este ser, solo diré que para la lógica de él, es un miembro de una raza que nace con una malformación en la espalda. ¡Tienen alas!.
Y para ella, es una presencia inquietante, que se cuela en sus visiones y que siente familiarmente conocida aunque no sabe ni cuando, ni como, ni porque.
Todos estos son los elementos de una ecuación que da como resultado una historia que apasiona desde la primera página.
Pero nuestros protagonistas, aparentemente solos en el ojo del huracán, estan, sin embargo, arropados por todo un elenco de personajes, reales y ficticios que enriquecen aún más si cabe la historia. Este elenco coral que sirve de escenografía, nos da la vía de acceso para integrarnos, como uno más, en esta aventura.
Y no me sustraeré de comentar lo Dickensianos que son algunos de estos personajes secundarios. Yo, que me declaro una fanática de Dickens, ¡estoy encantada!.
Gracias a sus autores, tenemos una ventaja sobre el resto de paseantes habituales. Tenemos acceso a la visión de las calles de la capital del siglo XIX y una evolución rápida de lo que serán en el futuro siglo XXI. Como lectora agradezco esta técnica tan cinematográfica que refuerza las imágenes que recrea mi imaginación.
Solo me queda hacer una petición a José y Goretti. Que en su próxima novela hagan lo mismo con Barcelona.
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