domingo, 23 de abril de 2017

Insatisfacción

Como muchos de nosotros, he visto algunas series americanas y, el otro día pensaba en una frase recurrente en este tipo de formatos televisivos: "tengo que darle un sentido a mi vida".
Si soy sincera, nunca he entendido el significado de esa expresión. Para mi era un misterio como la mayoría de las dudas existenciales que tienen los americanos.
Pero estoy atravesando una época particular, ahí lo dejo. Y en un momento determinado, de repente, como si una luz me insuflara el conocimiento ¡¡lo entendí!!. Y lo peor de todo...¡¡me sentí identificada!!.
Al darme cuenta primero me horroricé. Siempre he pensado que lo peor que te puede pasar es tener un punto, aunque sea milicentesimal, en común con los americanos. Después lo incorporé y le dí la visión que tenemos los latinos de las cosas, ¡¡como debe ser!!.
Supongo que todos hemos tenido alguna vez esa sensación de lo inevitable. De que la vida te obliga ignorando por completo tu voluntad, yo lo he sentido durante demasiado tiempo para la poca paciencia que tengo. La mayor parte de mi vida la he pasado haciendo lo que no quería hacer. He tenido infinidad de momentos de asco mortal, de aburrimiento infinito, de desesperación por estar donde no quería estar, por hacer lo que no quería hacer.
Pero como decimos por aquí, no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante así que mi mal no duro tanto y de repente las circunstancias cambiaron. Y pensé que por fin iba a poder utilizar mi libre albedrio, ese que tenemos todos pero que yo no había estrenado aún, todavía estaba con el plástico puesto. ¡¡Pero me equivocaba!!
Como dice la canción: "Si naciste pa martillo del cielo te caen los clavos"
Pero no es que haya vuelto a la pubertad y no entienda que la vida son responsabilidades, es que la rebeldía de la adolescencia la tuve que masticar y tragar y se me a enquistado en el alma.
Siempre he tenido una gran vocación de romper con todo. Pero solo ha sido eso, vocación. Suelo culpar a las circunstancias de mi falta de valor pero la verdad es que solo yo tengo la falta de decisión para tirar por la calle de en medio.
Y ahora tampoco lo haré. Nos libramos de las cosas que creemos que nos atan a la vida que llevamos pero nunca nos liberamos de las ataduras invisibles. Básicamente porque no son externas si no internas. Somos nosotros que con nuestros apegos somos incapaces de deshacernos de lo que no necesitamos realmente. Y luego está la sociedad en la que vivimos, y no es en mi descargo que digo esto. Recuerdo a mi madre que cuando me quejaba de algo me decía: quien algo quiere algo le cuesta (era muy refranera mi mamá).
Por tanto, para poder tener un techo sobre mi cabeza, un plato en mi mesa y unas bragas que ponerme tengo que hacer sacrificios. ¿Divago? Paciencia. Sabéis que al final siempre concreto.
Tenemos que trabajar. Entenderme, no me quejo de eso, llevo más de media vida haciéndolo. Me quejo del tiempo que me ocupa esta actividad. Y esta hipérbole me lleva al inicio de este post (veis como al final concreto). El sentido de mi vida.
Cuestiono, analizo, es lo peor que puede hacer un ser humano con su propia vida pero yo lo hago constantemente. Y últimamente llego a la conclusión de que cada vez se me hace más difícil dedicar tanto tiempo a mi trabajo.
En otras épocas había sido una especie de evasión, me había servido para olvidar por unas horas la situación desesperada que vivía en mi casa, me ayudaba a conectar con los demás, a mantener conversaciones normales, a dar un poco de cordura a mi vida.
¡¡Pero resulta que ya no lo necesito!!
Y ahora que puedo dedicarme a lo que me gusta no tengo tiempo para hacerlo. Y entonces me pregunto, ¿vale la pena? ¿Vale la pena perder el 95% de tu tiempo y tu salud en una actividad que no te reporta ninguna satisfacción? Ni siquiera económica porque te "rapiñean" hasta el último céntimo de euro que pueden, porque son miserables como un personaje de Dickens.
¿Tiene sentido seguir viviendo esta vida gris y sin objetivo? ¿A quien beneficia? A mi no.
Y vuelvo a entrar en las viejas insatisfacciones que creía superadas. Vuelvo a sentir esa sensación que duele pero que no puedo aliviar, de que me falta algo que no puedo concretar. Eso me vuelve irascible, estoy en un enfado constante. Es como cuando un bebé llora constantemente y no sabes como consolarle porque no tienes idea de lo que le pasa.
Nunca he sabido lidiar con esta situación y ahora tampoco. Lo único que sé es que necesito hacer cosas que me satisfagan y se me ocurren millones de ellas. Debería romper con todo y empezar de nuevo pero estoy anclada a la rutina de ahora. Yo misma me he condenado a seguir arrastrando una vida que no me gusta la mayor parte del tiempo, como me condené en otros tiempos.
Solo espero encontrar un subterfugio que serene mi alma, que anestesie mi inquietud para poder seguir viviendo en paz.
¿Habéis entendido? Pues agradecería que alguien me lo explicara porque yo no.

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