El hombre siempre a temido a la soledad. Vivía en un gran planeta que no conocía lleno de fenómenos extraordinarios que no podía explicar.
Necesitaba un ser superior a quien achacar todos estos hechos aparentemente sobrenaturales. Alguien tan poderoso que nada fuera imposible para el, que rigiera los destinos de los seres humanos y diera un sentido a su paso por la Tierra.
Un padre todopoderoso que cuidara de sus hijos como el más amoroso de los progenitores.
El hecho primigenio de la creación de Dios como un instinto de buscar seguridad se afianzó conforme la psicología del hombre se fue complicando. Se pasó de pedirle buenas cosechas, fertilidad o condiciones climáticas favorables a convertirle en un escape a la desesperación.
Cuando todas las soluciones posibles se han agotado, cuando nuestra propia vida o la del ser que más queremos están en peligro, cuando sufrimos y no tenemos manera de aliviar ese sufrimiento o cuando el terror nos atenaza necesitamos creer que hay alguien más que con su poder absoluto y pidiéndoselo con humildad, nos va a dar una salida a esa situación desesperada.
Por otra parte en la evolución del hombre se va desarrollando una característica que también nos diferencia del resto de animales, la conciencia. Somos la única especie que hace el mal a sus semejantes por puro placer y luego se arrepiente. Y claro está, junto con el arrepentimiento viene la necesidad del perdón. Dios se convierte en nuestro "Don limpio" particular, aquel que deja nuestra conciencia tan limpia que pasaría la prueba del algodón.
Pero el hecho definitivo que da sentido a que la mayor parte de la humanidad siga a un ser superior es la muerte. Cuando el hombre fue consciente de que su paso por la Tierra tenía fecha de caducidad fue incapaz de resignarse. Desaparecer del mundo como si nunca hubiera existido no es una opción. Que se apague la luz y no haya nada más se convierte en una pesadilla.
Por tanto se crea un sitio donde seguir viviendo después de la vida terrenal. Y puestos a inventar no va a ser un mundo paralelo a este, con las mismas privaciones, dificultades y problemas...¡¡¡se inventa un Paraíso!!! Un lugar donde merezca la pena estar muerto, porque "no hay mal que por bien no venga".
Todo esto es la parte espiritual del asunto. Pero algo que mueve masas como la religión no puede pasar desapercibido para los espíritus poseídos por el instinto comercial.
Así que la fauna cuyo mundo gira alrededor del dinero y el poder no se puede sustraer de apoderarse de la necesidad religiosa de sus semejantes. La tentación de convertirse en gestores de la fe es demasiado poderosa.
Y como decimos en España "con la Iglesia hemos topado". Se crearon de repente leyes, cultos y obligaciones todos ellos manejados y organizados por una cohorte de empleados distribuidos de manera jerárquica.
Y nosotros, los propios seres humanos, hemos dejado de creer que podemos tener una conexión directa con ese Dios que inventamos y al que confiamos todos nuestros miedos y preocupaciones. De repente se desarrolla la necesidad de poseer intermediarios que sin saber porque, parecen estar más preparados para realizar esta conexión.
Esta última parte del post la reservo para hacer mi propia confesión. Yo también he pasado por épocas de desesperación viendo sufrir a la persona que más quería. También he rezado suplicando por ella. No conseguí respuesta pero no por eso estoy enfadada. Simplemente, cuando ella se fue y desapareció mi necesidad de un hecho extraordinario para salvarla Dios también desapareció. No he vuelto a pensar, a rogar, a rezar.
Y cuando me vaya lo haré igual a cuando llegué. Cuando llegué nadie me conocía. Cuando me vaya nadie me recordará.
Un padre todopoderoso que cuidara de sus hijos como el más amoroso de los progenitores.
El hecho primigenio de la creación de Dios como un instinto de buscar seguridad se afianzó conforme la psicología del hombre se fue complicando. Se pasó de pedirle buenas cosechas, fertilidad o condiciones climáticas favorables a convertirle en un escape a la desesperación.
Cuando todas las soluciones posibles se han agotado, cuando nuestra propia vida o la del ser que más queremos están en peligro, cuando sufrimos y no tenemos manera de aliviar ese sufrimiento o cuando el terror nos atenaza necesitamos creer que hay alguien más que con su poder absoluto y pidiéndoselo con humildad, nos va a dar una salida a esa situación desesperada.
Por otra parte en la evolución del hombre se va desarrollando una característica que también nos diferencia del resto de animales, la conciencia. Somos la única especie que hace el mal a sus semejantes por puro placer y luego se arrepiente. Y claro está, junto con el arrepentimiento viene la necesidad del perdón. Dios se convierte en nuestro "Don limpio" particular, aquel que deja nuestra conciencia tan limpia que pasaría la prueba del algodón.
Pero el hecho definitivo que da sentido a que la mayor parte de la humanidad siga a un ser superior es la muerte. Cuando el hombre fue consciente de que su paso por la Tierra tenía fecha de caducidad fue incapaz de resignarse. Desaparecer del mundo como si nunca hubiera existido no es una opción. Que se apague la luz y no haya nada más se convierte en una pesadilla.
Por tanto se crea un sitio donde seguir viviendo después de la vida terrenal. Y puestos a inventar no va a ser un mundo paralelo a este, con las mismas privaciones, dificultades y problemas...¡¡¡se inventa un Paraíso!!! Un lugar donde merezca la pena estar muerto, porque "no hay mal que por bien no venga".
Todo esto es la parte espiritual del asunto. Pero algo que mueve masas como la religión no puede pasar desapercibido para los espíritus poseídos por el instinto comercial.
Así que la fauna cuyo mundo gira alrededor del dinero y el poder no se puede sustraer de apoderarse de la necesidad religiosa de sus semejantes. La tentación de convertirse en gestores de la fe es demasiado poderosa.
Y como decimos en España "con la Iglesia hemos topado". Se crearon de repente leyes, cultos y obligaciones todos ellos manejados y organizados por una cohorte de empleados distribuidos de manera jerárquica.
Y nosotros, los propios seres humanos, hemos dejado de creer que podemos tener una conexión directa con ese Dios que inventamos y al que confiamos todos nuestros miedos y preocupaciones. De repente se desarrolla la necesidad de poseer intermediarios que sin saber porque, parecen estar más preparados para realizar esta conexión.
Esta última parte del post la reservo para hacer mi propia confesión. Yo también he pasado por épocas de desesperación viendo sufrir a la persona que más quería. También he rezado suplicando por ella. No conseguí respuesta pero no por eso estoy enfadada. Simplemente, cuando ella se fue y desapareció mi necesidad de un hecho extraordinario para salvarla Dios también desapareció. No he vuelto a pensar, a rogar, a rezar.
Y cuando me vaya lo haré igual a cuando llegué. Cuando llegué nadie me conocía. Cuando me vaya nadie me recordará.
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